Universalidad de las formas mandálicas

La mayoría de las culturas posee configuraciones mandálicas o mandaloides, frecuentemente con intención espiritual:

___· La mandorla (almendra) del arte cristiano medieval
___· Ciertos laberintos en el pavimento de las iglesias góticas
___· Los rosetones de vitral en las mismas iglesias
___· Los diagramas de los indios Pueblo, etcétera.
___· En los rituales mágicos es frecuente la separación de un espacio sacro respecto de uno profano; para esto, en la tradición del ocultismo occidental, se ha recurrido y recurre a los círculos mágicos; el espacio sacro —o al menos el del ritual— es el inscripto en tales círculos que, de este modo, cumplen funciones análogas a los mándalas orientales.

Es muy probable que esta universalidad de las figuras mandálicas se deba al hecho de que las formas concéntricas sugieren una idea de perfección (de equidistancia con respecto a un centro) y de que el perímetro del círculo evoque el eterno retorno de los ciclos de la naturaleza (tal como en la tradición helenística lo proponía, por ejemplo, el uróboros).

El mandala es una reproducción espiritual del orden del mundo y de nuestro ser. La existencia del mandala nos ayuda a recordar que todos tenemos un origen universal común, cósmico y nos sintoniza con la belleza que todos llevamos dentro y con nuestra naturaleza creativa, porque ante todo somos creadores de nuestra propia vida. El efecto que produce en el ser humano es en primer lugar devolverlo a su orden divino y particular, en segundo lugar la creación y el desarrollo de la propia vida desde ese centro.